Alex Valero venció un tumor cerebral y dos años después busca ser entrenador de gimnasio.
Tras la operación que sufrió, agradece a su familia y a los médicos que lo atendieron y espera una oportunidad de trabajo para mostrar sus capacidades.
Alejandro Valero Rojas, de 34 años de edad, es un ejemplo de entereza ante las adversidades. Hace casi dos años le detectaron un tumor canceroso en el cerebro.
Sus expectativas de vida eran mínimas, casi de cinco por ciento según se lo advirtieron los médicos. Pero nunca se dio por vencido y, cuando entró a quirófano, se armó de valor.
Entre sus grandes anhelos están ver crecer a sus hijas de tres y cinco años de edad, la convivencia con toda su familia, el deporte y un trabajo estable.
Poco antes de ingresar al quirófano pudo hablar con su esposa y su madre, a quienes les dijo: «Me voy a desconectar del cuerpo, pero voy a regresar, le voy a partir la madre a este cáncer que me está matando».
Y así fue. Alex, como muchos le dicen cariñosamente, aún con algunas secuelas físicas está lleno de vida.
Recuerda que su operación fue en septiembre de 2017 en una clínica del IMSS de Toluca, Estado de México.
Primero, pudo salir vivo del quirófano, después tuvieron que pasar 72 horas para tener una esperanza de sobrevivir.
Así pasó y le indujeron un coma que duró alrededor de mes y medio hasta que el médico que lo operó decidió que era tiempo de que reaccionara.
Cuando salió del hospital pesaba solo 30 kilogramos. No hablaba, no caminaba, no podía hacerlo, pero darse por vencido tampoco es algo que podía hacer.
Alejandro, vecino de un fraccionamiento en Mineral de la Reforma, fue trasladado desde Toluca a su casa en ambulancia.
Respecto a su peso al salir del hospital, él mismo dice: «Tenía unas piernitas casi el puro hueso«, al tiempo en que sonríe.
Y ahora, año y medio después, sus ganas de vivir, de no darse por derrotado, le han dado magníficos resultados, pesa más de 75 kilogramos con una estatura de 1.80 metros.
Alex estudió mercadotecnia y antes de su problema de salud fue jugador de futbol profesional, estuvo en segunda división con el Satélites de Tulancingo.
En cuestión laboral, estuvo al frente de un taller automotriz, donde reparaban y pintaban autos siniestrados, situado en Tulancingo.
La vida en aquellos años le sonreía, veía un futuro promisorio en todos los aspectos y jamás se imaginó lo que le tenía preparado el destino. Sin embargo, cada día que Alex despierta y ve la luz, agradece a Dios por todo.
ALEX BUSCA EMPLEO Y SE PREPARA PARA SER COACH
Derivado de la operación para extraerle el tumor canceroso del cerebro, Alejandro Valero tiene algunas secuelas.
Es hipertenso, en ocasiones no distingue bien a las personas y tiene dificultades para caminar bien, condiciones que no se aprecian a simple vista.
Alex está en busca de empleo, entre sus proyectos pretende tener el capital para abrir una farmacia.
También le gustaría laborar en algún gimnasio y en estos momentos se capacita para ser entrenador en esa disciplina deportiva.
«Yo no quiero que el gobierno me mantenga, yo quiero que me den una oportunidad para trabajar, requiero de gastos elementales», dijo.
Alex recibe una pensión mensual del seguro que le permite pagar la renta de la casa donde vive con su familia.
Alejandro Valero tiene automóvil, pero se le averió y aunque le es difícil trasladarse, lo hace, sobre todo para ir al gimnasio y terminar su capacitación para desempeñarse como entrenador.
AGRADECE A SU FAMILIA Y MÉDICOS QUE LO ATENDIERON
En estos años en que la vida le cambió drásticamente para Alex, además de sus infinitas ganas por seguir vivo, el apoyo de su familia fue de vital importancia.
También agradece a los médicos que lo operaron por parte del Seguro Social, dice que es una de las razones por las que está vivo.
«De manera particular una atención médica de todo lo que me hicieron era por más de un millón de pesos, una cantidad que no habría podido reunir», afirma.
Al doctor neurocirujano Marco Antonio Ferreira Gómez, quien le extrajo el tumor, le dice: «Él me dijo que igual que yo, creía en Dios, que a veces se persignaba antes de entrar al quirófano, también que si estuviera en mi lugar se operaría y que si no entraba a quirófano de todas maneras me iba a morir, por eso accedí y aquí estoy, gracias a Dios y al muy joven médico”.
También reconoce la labor de los médicos Marco Antonio Muñoz, internista, y Pablo Pacheco, neurocirujano.
Este último, incluso, antes de la operación del tumor en la clínica 1 del IMSS de Pachuca, le colocó una válvula especial para que pudiera drenar el agua que tenía en el cerebro.
Alex señala que familiares y médicos lo ayudaron para salir adelante y él puso más de cien por ciento de su parte.
Atrás quedaron los días grises en los que no podía hablar, caminar, mucho menos manejar. Recuerda una anécdota que tuvo con su mamá y su esposa cuando salía de su casa para tratar de dar unos pasos.
«Me decían que cuando las veía me ganaba la risa y les dije, ‘sí, así es’. Reí mucho porque dolía llorar».
Para ayudarse económicamente, Alejandro también imparte conferencias sobre sus vivencias mientras espera, paciente, una oportunidad de empleo para demostrar sus capacidades.
Fuente: am.com